Discurso del presidente Danilo Medina en el décimo tercer (XIII) Encuentro Empresarial Padres e Hijos
Su Majestad Rey Juan Carlos I;
Distinguido Señor Gustavo Cisneros;
Distinguido Señor Pepe Fanjul (Hijo);
Excelentísimo Señor Felipe González;
Excelentísimo Señor Fernando Henrique Cardoso;
Distinguido Señor Carlos Slim;
Distinguido Señor Felipe Vicini;
Distinguido Señor Pepín Corripio;
Distinguido Señor Alfy Fanjul;
Honorable Ministro de la Presidencia Lic. Gustavo Montalvo;
Honorable Ministro Administrativo de la Presidencia Lic. José Ramón Peralta;
Distinguidos Empresarios; Señoras y Señores;
Ante todo quiero darles la más cálida bienvenida a todas las familias empresariales que han elegido a nuestra querida República Dominicana para celebrar el Décimo Tercer (XIII) Encuentro Empresarial Padres e Hijos.
Cuando los anfitriones de este evento, los empresarios Gustavo Cisneros, Pepe Fanjul, Pepín Corripio y Felipe Vicini me explicaron los objetivos de estos encuentros y me invitaron para dirigirles unas palabras de bienvenida, rápidamente pude comprender la magnitud de la tarea que me estaban asignando.
Son pocas las veces que a un Presidente latinoamericano se le brinda la oportunidad de dirigir unas palabras a las familias empresariales más importantes de América Latina.
Mucho menos en un Encuentro donde Padres e Hijos propietarios de las empresas más grandes de Latinoamérica, se reúnen para proyectar el futuro de la región.
Analizar experiencias exitosas de los procesos de transición empresarial intergeneracionales. Ponderar el impacto del emprendimiento en el desarrollo económico. Promover nuevos liderazgos en Latinoamérica.
Analizar modelos efectivos para que sus nietos asimilen los valores del manejo financiero sostenible.
Reconocer el valor de la responsabilidad social empresarial y el trabajo social en un continente cargado todavía de pobreza y desigualdad. Plantear el papel que el sector privado está dispuesto a jugar en la necesaria revolución educativa que debemos promover todos los países de la región. Y abordar las responsabilidades que tienen los liderazgos políticos y empresariales en el proceso de desarrollo integral de América Latina.
A pesar de que el reto no es pequeño, agradezco profundamente la oportunidad sin precedentes que me han brindado. Comenzare por decirles que desde la Presidencia de la República he asumido el compromiso de realizar un servicio efectivo, responsable y transparente, donde las decisiones deben necesariamente pasar la prueba del sentido común y la racionalidad. Soy un fiel creyente y practicante del principio que postula que el Estado tiene un rol insoslayable de asistir transitoriamente a aquellos que por sus propios medios no están en condiciones de satisfacer sus necesidades mínimas.
Lo único que me desvela es cuando siento que todo cuanto hacemos no es suficiente para que un número cada vez mayor de dominicanos puedan vivir decentemente.
Tengo una única adicción. Crear oportunidades de progreso para los que viven en la pobreza y la marginalidad.
Soy, sin embargo, un servidor público con los pies en la tierra.
Estoy consciente de los límites que enfrenta el Estado en el proceso de creación de oportunidades para todos.
Mucho más en un país como República Dominicana, en el cual el Gobierno debe manejarse con un presupuesto limitado como consecuencia de una baja presión tributaria con relación al Producto Bruto Interno.
Siempre he tenido muy claro los límites que enfrenta el Estado para contribuir al desarrollo económico y social de nuestra región. El principal error que puede cometer un Presidente latinoamericano es pensar que los liderazgos políticos son los llamados a construir el progreso económico de la región.
Es cierto que las políticas públicas, si están bien estructuradas y son consistentes con el envío de señales y reglas claras para los inversionistas, pueden contribuir en el proceso de desarrollo económico. Pero no nos perdamos. Son los hombres y mujeres que arriesgan su capital en emprendimientos creadores de riqueza y empleos, los que tienen la responsabilidad de construir el desarrollo económico de América Latina.
Son las empresarias y empresarios innovadores los verdaderos constructores del progreso. Así como Cornelius Vanderbilt, John Rockefeler, Andrew Carnegie, J. P. Morgan y Henry Ford, fueron los reales constructores del progreso económico de los Estados Unidos de América, son ustedes, amigas y amigos empresarios latinoamericanos que se encuentran reunidos aquí hoy, los llamados construir el progreso económico de América Latina.
El liderazgo político debe derribar las barreras que impiden a la iniciativa privada construir el progreso económico de la nación.
Es por eso que desde que asumí la Presidencia de la República en agosto del 2012, he dedicado una buena parte del tiempo de nuestra administración a desmantelar las trabas y barreras que limitan las decisiones de inversión privada.
Señoras y Señores; No voy a inundarlos con cifras macroeconómicas y sectoriales de nuestro país que seguramente todos ustedes conocen.
Pero ponerlas en el contexto de la región permitiría realizar una evaluación precisa de nuestras fortalezas y debilidades. Durante los últimos 23 años, hemos crecido a una tasa anual promedio de 5.8%, lo que convierte a República Dominicana y Panamá en las dos economías de mayor crecimiento de la región durante el período 1991-2014.
En el 2014 crecimos a una tasa de 7.3%, la mayor del continente, previéndose para este año un crecimiento de 6.5%. Nuestra economía exhibe una notable capacidad de resistencia frente a choques externos considerables, como revelan los indicadores macroeconómicos durante la Gran Recesión del 2009 y la crisis de la deuda soberana de Europa que le sucedió en el 2010.
Esa resistencia se debe a la extraordinaria diversificación de nuestra economía. Las fuentes del crecimiento son diversas: turismo, construcción, agroindustria, manufactura, comercio, zonas francas industriales de exportación, finanzas, telecomunicaciones, servicios, remesas y, más recientemente, la minería.
Un sector puede caer un año pero otros, con su fuerte crecimiento, compensan esa baja y generan un crecimiento considerable. Hemos disfrutado de una envidiable estabilidad macroeconómica durante los últimos diez años, reflejada en una tasa de inflación de un dígito y una moneda estable.
Los esfuerzos que hemos realizado para que nuestras finanzas públicas se encuentren en una trayectoria de sostenibilidad, han merecido el reconocimiento del mercado global de capitales, el cual ha mostrado un considerable apetito por los bonos de 30 años que ha emitido la República con un rendimiento de 6.50%.
En febrero de este año, realizamos una operación de administración de nuestros pasivos externos con PDVSA, que permitió cancelar deudas con esa empresa estatal venezolana por US$4,027 millones con el pago de US$1,933 millones, generando una ganancia de capital de US$2,094 millones que se tradujo en una reducción de la deuda pública de 3.3% del PIB.
El fortalecimiento de las finanzas públicas ha creado las condiciones para que las reservas de divisas del Banco Central hayan aumentado en 73% en lo que va de la presente administración, teniendo como meta duplicarlas cuando hayamos concluido este período. Tenemos una economía muy abierta al exterior, como lo revelan el acuerdo de libre comercio con Estados Unidos y Centroamérica, y de entrada preferencial al mercado de la Unión Europea. El flujo de inversión extranjera directa ha sido considerable.
En los últimos 5 años hemos recibido inversión extranjera directa por US$11,642 millones. Pero les mentiría si les dijera que estamos conforme. Nuestro país reúne condiciones para recibir un flujo varias veces mayor.
Y lo necesitamos. Sólo con niveles mucho mayores de inversión extranjera directa podremos avanzar más aceleradamente en la creación de oportunidades y empleos dignos. Y de esa manera, crearemos las condiciones para seguir reduciendo la pobreza que afecta a cerca de 35% de la población.
Estamos trabajando muy duro para dotar a nuestro mercado laboral de recursos humanos cada vez más calificados.
Por eso nuestro compromiso con invertir cada vez más recursos en la educación de calidad. Cuando asumimos la Presidencia de la República en agosto del 2012, el Gobierno estaba invirtiendo 2.2% del PIB en Educación. En el 2013, aumentamos la asignación en casi 100%, para terminar con una inversión equivalente a 4% del PIB. No sólo estamos invirtiendo en la construcción de nuevas aulas, sino en la formación y capacitación de maestros.
Y es que no puede tener lugar una verdadera revolución educativa sino contamos con maestros de calidad global. Estamos invirtiendo también más recursos en la formación técnica y profesional. En el 2014, a través de 33,000 cursos, se formaron 618,000 técnicos y profesionales en distintas áreas.
Estamos invirtiendo más recursos en levantar una infraestructura hospitalaria de clase mundial.
Esto redundará no sólo en beneficio de las personas de menores niveles de ingresos, sino de la población en general y de las empresas instaladas en el país al poder contar con servicios de salud decentes y efectivos para todo su personal.
Contamos con una infraestructura vial y portuaria que contribuyen a elevar la competitividad de nuestra economía. Una red vial de 5,400 kilómetros de carreteras y autopistas modernas que enlazan toda la geografía nacional, se acopla con 12 puertos, 4 puertos de cruceros y 8 aeropuertos internacionales, de donde parten 250 vuelos diarios a los principales destinos del mundo.
República Dominicana es el segundo país mejor valorado de la región en pistas asfaltadas de aeropuertos y el tercero con las mejores carreteras pavimentadas y calidad de transporte aéreo.
El desmantelamiento de barreras y la simplificación de trámites nos ha 7 permitido avanzar 32 peldaños en los últimos tres años en los rankings del “Doing Business” del Banco Mundial, mejorar nuestro posicionamiento en el “Latin Business Index 2015” y avanzar en el Índice de Competitividad Global 2014-2015 del Foro Económico Mundial.
En pocas semanas cumpliremos 50 años conviviendo bajo una democracia que se ha venido perfeccionando con el tiempo.
El clima de paz social y laboral que se disfruta en la República Dominicana constituye una de las conquistas más importantes y uno de los pilares fundamentales de la estrategia de desarrollo. Nuestras instituciones se han venido fortaleciendo.
El predominio o regla de la ley es fundamental para poder atraer mayores niveles de inversión internacional.
Mis palabras no tendrían credibilidad si las limitamos a presentar nuestras fortalezas. Tenemos debilidades y estamos decididos a enfrentarlas. Una de ellas -la corrupción-, que es moral, económica y socialmente inaceptable. Es un problema que enfrentan prácticamente todos los países de la región.
Esa lamentable realidad no debe dar lugar a que nos crucemos de brazos y nos limitemos a contemplar cómo funcionarios públicos, en su breve paso por la administración pública, logran acumular riquezas que sorprenderían a muchas de las familias empresariales presentes, a las cuales les ha tomado décadas de esfuerzo y sacrificio llegar a semejantes niveles de riqueza.
La sociedad civil y la clase política que permitan o apadrinen semejante comportamiento, estarían contribuyendo a desprestigiar la democracia y profundizar la ira del creciente número de burlados e indignados por la corrupción que se propaga en todo el Continente.
Es por eso que desde que asumimos la Presidencia de la República, comenzamos a nombrar comisiones de veeduría ciudadana, con la participación de representantes de las organizaciones empresariales, medios de comunicación y las universidades, para asegurar que los fondos destinados a compras públicas se canalicen con transparencia y pulcritud.
Estoy plenamente convencido de que contar con instituciones fuertes y el predominio absoluto de la regla de la ley, son condiciones necesarias para atraer inversiones internacionales en la magnitud que requiere nuestra economía para crear riqueza, ganancias tanto para el sector privado como para las finanzas públicas, y sobre todo, cientos de miles de empleos bien remunerados.
A la región en general y a la República Dominicana en particular le hizo mucho daño la imagen negativa que se le endilgó a la inversión extranjera en décadas pasadas. Esta “tasa de rechazo” se fue desmontando gradualmente en la medida en que el liderazgo político de la región fue descubriendo las debilidades de los supuestos que fundamentaban esa visión del desarrollo.
La realidad es que todos perdimos tiempo, lo que se reflejó en menores oportunidades de creación de riquezas y empleos en la región, limitando el alcance de las políticas públicas para reducir la pobreza y la desigualdad. Otros países optaron por aferrarse al pragmatismo, al sentido común y la racionalidad. Quizás el caso más impactante lo tenemos en Singapur.
Mientras en América Latina nos ofuscábamos buscando a los culpables de nuestro subdesarrollo, a principio de los años sesenta el Gobierno de Singapur ofreció una serie de incentivos a la inversión extranjera y a las empresas multinacionales.
El clima favorable a la inversión extranjera permitió a Singapur recibir en el período 2010-2014 influjos netos de inversión extranjera directa por US$199,488 millones, arrojando un promedio anual de casi US$40,000 millones.
El desempleo en Singapur no llega al 3%, los salarios son de los más altos del mundo y el ingreso por habitante, medido en paridad de poder adquisitivo, alcanzó casi 79,000 dólares, uno de los más altos del mundo desarrollado. ¿Cuál fue la clave del éxito de Singapur? Comprender mucho antes que la mayoría de los países en desarrollo del mundo que el inversionista internacional es el mejor socio que puede conseguirse el gobierno de un país en vías de desarrollo para crear empleos y eliminar la pobreza.
Es eso, apreciados Padres e Hijos Empresarios de América Latina, lo que explica por qué el Gobierno dominicano ha estado ejecutando una estrategia integral para desmantelar todo lo que pueda impedir la realización de inversiones privadas, tanto nacionales como internacionales, en nuestro país. Perdimos muchos años teorizando y el tiempo se acabó.
Ver a Padres e Hijos Empresarios de América Latina delineando las estrategias del futuro constituye una experiencia altamente gratificante. Refleja el férreo compromiso que han asumido sus familias para levantar a América Latina, llevándola de un continente de esperanzas, no pocas veces frustradas, a un continente de oportunidades y prosperidad para todos.
Señoras y Señores; Entre ustedes hay varias familias que conocen mi compromiso con la necesidad de atraer la inversión internacional y de los esfuerzos que hemos realizado para quitar del camino todo lo que pueda entorpecer.
Ellos son nuestros mejores y más efectivos embajadores y aliados en esta estrategia global de convertir a la República Dominicana en uno de los principales destinos de la inversión directa internacional en América Latina.
Sé que ustedes vinieron a Casa de Campo a reunirse y agotar una intensa agenda de trabajo. Pero yo también estoy haciendo el mío. Y tengo socios muy efectivos que en este momento quiero comprometer en la tarea de ayudarme a convencerlos del porqué República Dominicana es “el lugar perfecto para quedarse”.
Las familias Cisneros, Fanjul, Gerdau, Odebrecht, Motta, Poma, Pellas, Slim y Mendoza, conocen bien nuestro país, conocen nuestra economía, sea porque tienen capitales invertidos aquí en empresas, proyectos y bienes raíces, o porque ejecutan proyectos de infraestructura tanto para el sector público como para el privado.
Sus miembros son la mejor vía para hacernos llegar la lista de las trabas y barreras que debemos derribar para facilitar sus inversiones en nuestro país. A algunos quizás podría sorprenderles mi franqueza y compromiso con la necesidad de atraer más inversión internacional a mi país.
Es cierto que no soy empresario y que por tanto, no he tenido la oportunidad de percibir cómo se le ilumina la cara a una persona desempleada cuando una ejecutiva o ejecutivo de una empresa le ofrece un trabajo.
Me imagino que muchos de ustedes, en algún momento, tuvieron esa vivencia. Les confieso que hasta agosto del 2012, envidiaba esa oportunidad que ustedes tienen. En mi trabajo como servidor público desde la Presidencia, tomé la decisión de reservar los domingos, para realizar una serie de visitas sorpresa a grupos de personas, cooperativas de productores agropecuarios e industriales, todos de muy bajos niveles de ingresos.
En esos encuentros, 103 a la fecha, escucho las ideas, proyectos y aspiraciones de estas personas. Luego ponderamos la factibilidad de las propuestas y los requisitos de asistencia técnica a ser provista por las dependencias gubernamentales involucradas en el programa.
Una vez comunicamos el compromiso de apoyo a estos grupos, termina la envidia que les tenía a ustedes, amigos y amigas empresarios.
La iluminación de los rostros emana de la conversión de dilatadas esperanzas en oportunidades reales que permitirán a los beneficiarios trabajar, percibir un ingreso e incluso acumular capitales que con el tiempo los independizará de esta asistencia transitoria del Estado.
Eso mismo lo generan ustedes cada vez que invierten en sus países, y como espero que hagan, en nuestro país.
Estoy consciente de que la mayor parte de sus inversiones ustedes la tienen en sus países de orígenes. Pero nunca olviden que la República Dominicana es el lugar donde todo comenzó. Y ese lugar puede servirle como pivote para entrar a mercados con un total de 882 millones de consumidores donde los productos manufacturados y producidos en nuestro país entrarían libres de impuestos o con preferencias arancelarias.
Señoras y Señores; En la República Dominicana, las oportunidades son diversas. El turismo sigue siendo un sector muy atractivo para seguir atrayendo la inversión internacional.
Nuestra meta es llegar en el mediano plazo a 10 millones de turistas. Gustavo Cisneros y su hija Adriana han enamorado a Four Seasons para construir un espectacular hotel y resort en Miches, dentro del proyecto Tropicalia.
Necesitamos más inversión de calidad global en el sector turismo, compatible con la protección de nuestros recursos naturales y el medio ambiente.
Ahí está Bahía de las Águilas, posiblemente la playa más bella de República Dominicana, a la espera de proyectos que contribuyan a la generación de riquezas y empleos en el Sur profundo de nuestro país.
Pero también tenemos excelentes nichos con mucho mayor potencial en la agroindustria y en el sector manufactura ligera y electrónica. Hay mucho interés de firmas de reputación internacional que quieren diversificar su riesgo de inversión a través de la diversificación geográfica de sus inversiones, como sucede con grandes productores de calzados que están actualmente establecidos en China.
El Gobierno dominicano les está ofreciendo facilidades e incentivos para que inviertan en nuestro país. Otro nicho de gran potencial es el de la producción de energías renovables.
Los niveles de disponibilidad de vientos y sol en nuestra geografía durante el año completo hacen de República Dominicana un lugar apropiado para inversiones en parques eólicos y solares. El marco legal vigente contempla incentivos y exenciones fiscales tanto para 12 productores, como para auto-generadores de energías renovables.
En el propio sector financiero se irán creando oportunidades adicionales en la medida en que desde el Estado dominicano vayamos avanzando en los programas de titulación de propiedades bajo tenencia informal.
Este es uno de los retos más grandes que tiene el Gobierno y una de las áreas a las cuales dedicaré más esfuerzos en lo que resta de esta gestión. No podemos mantener a cientos de miles de dominicanos en la pobreza porque desde el Estado no se ha podido avanzar lo suficiente para regularizar y formalizar con dotación de títulos propiedades que son poseídas informalmente, pero que no son legalmente reconocidas.
No es posible que ese capital muerto –como lo ha denominado el economista peruano Hernando De Soto-, permanezca en esa situación, sabiendo todos que sus tenedores son personas pobres y que es posible resucitarlo con la dotación de títulos de propiedad.
Estos programas de titulación masiva de propiedades crearían un ejército de garantías que servirían para multiplicar los niveles de préstamos que hoy confieren los bancos nacionales e internacionales establecidos en nuestro país.
Señoras y Señores; Quiero terminar estas palabras citando unas pronunciadas por Lee Kuan Yew en el 2011.
Para mí, estas palabras revelan el fin que debería perseguir todo hombre o mujer al que la vida le haya dado la oportunidad de trabajar por su país. Cito: “He dedicado mi vida, la mayor parte de ella, a construir este país. No hay más nada que yo tenga que hacer. Al final del día, ¿qué he recibido? Un Singapur exitoso.”
Mi sueño es que al final de mis días, yo haya podido acumular méritos suficientes que me permitan decir algo así sobre el legado que dejaré a mi querida República Dominicana.
¡Muchas gracias!